Sé bienvenido, viajero, pues tus pasos te han llevado a Valsorth, tierra de maravilla y misterio, lugar donde la aventura aguarda detrás de cada colina de perfil amenazador, en lo profundo de un bosque tenebroso o en el interior de un templo erigido a un dios de nombre olvidado. Si eres valeroso, recompensas que jamás hubieses soñado serán tuyas, pero si tu coraje desfallece, tus huesos reposarán en una tumba sin nombre.

06 julio, 2010

03 Emboscada en el Acantilado


Buenas, paso a resumir la primera sesión de la aventura hecha por el Pufete. Claro está que desde mi punto de vista de PJ, así que algo se me puede pasar, y me puedo equivocar en alguna cosa. En fin, a ver si la seguimos :D

Dos meses antes: El padre Pertyval estaba en la abadía de San Kahyne, al norte de Teshaner. Pasaba el invierno en ésta abadía, desde hace dos años, pasando el verano y primavera en las Terasdur, entre los bárbaros, intentando cumplir su juramento de evangelizar las salvajes colinas. En San Kahyne había sido recibido por el viejo abad Jorem, un hombre igual de afable y pio, que anciano. Paseando por claustro con el afable abad, este, pareció querer confesar algo a Pertyval, parecía pesaroso y desasosegado. Comenzó a hablar: Hace unos meses un anciano erudito y su hijo llegaron hasta ellos reclamando un viejo medallón, que según el erudito y los papeles que portaba, perteneció a sus antepasados. Se trataba de Lord Acastos de Vancasell y de su hijo Barrunt. El abad, desconocedor de la historia del medallón y al ser una joya de poca importancia se lo devolvió a su legitimo dueño (por un módico precio claro). Tiempo después los rumores de que una extraña maldición había caído en las Terasdur, en la torre de un sabio procedente de Stumland, hizo que el abad investigara un poco sobre aquella extraña pareja y el medallón, descubriendo que había una torre en las montañas que había pertenecido a los Vancasell hace años.
Descubrió que la joya antes de ser entregada a la iglesia de Korth, perteneció a Sir Nevar Espada Ardiente, quien según la leyenda se la arrebato a un caballero de Stumlad caído en desgracia, llamado Lord Venris de Vancasell.
El abad creyendo que había sido el culpable de un terrible crimen mando a investigar al Padre Pertyval, para “expiar” sus pecados, éste partió de nuevo hacia las Terasdur, para adentrarse más al norte que nunca. Para pasar desapercibido fue sólo, con una mula y mucho equipo, y con una localización más o menos clara de donde estaba esa antigua fortaleza.

...

La Oscura Compaña acababa de partir de las cavernas del Clan de la Roca Solitaria, les acompañaba el pastor Orf, hijo de Ruum, que les había prometido guiarles hasta el comienzo del Valle de Elantria, y también el guerrero Krom. Este último barruntaba en su interior el partir definitivamente con los compañeros. La vida con el clan era reconfortante, dura, sosegada, pero ansiaba aventuras y para empezar la visita al, supuestamente, maldito valle de Elantria no pintaba nada mal. Tras un duro día de marcha, acamparon al píe de una montaña, las colinas cada vez daban paso a montañas más altas y más frías. Hicieron fuego y se prepararon para la dura noche. Escucharon algo, alguien se acercaba, Krom, con una habilidad que contradecía su tamaño se oculto tras unas rocas y árboles. El extraño, un viejo monje con una mula (Simona, según se enteraron después, pues le hablaba con frecuencia), se adentro en el campamento, -“Buenas noches, que Korth sea con vosotros. Soy un viajero perdido tan al norte, ¿puedo compartir campamento con… (el clérigo paseo la mirada por tan heterogéneo grupo) vosotros?”-. Aunque algunos de los compañeros no se fiaban del hablador clérigo, este se ganó a la mayoría con su verborrea. Les comento que no deberían tener el fuego encendido, ya que últimamente corrían rumores de que muchos clanes de bárbaros estaban en píe de guerra, había habido muchas escaramuzas y rumores de oscuridad, y más tan al norte como estaban. Estaban tan al norte de las Terasdur como era posible, más al norte ya comenzaban las Durestes. Así pues camuflaron el fuego e hicieron guardias para dormir.

A la mañana siguiente, mientras se aliviaba tras un árbol, Ar vio una sombra escondida en unos matorrales, ella, Vezlot y Azariel, comenzaron a perseguir al intruso, tras el aviso de Ar. Pero aparte de tener mucha ventaja, parecía veloz. Llegó un momento en que deberían seguir el rastro. Así que Krom estudio las huellas, humanas, de un bárbaro, probablemente un explorador. Decidieron seguir su camino, eso sí, atentos a cualquier señal.

Avanzaron toda la mañana, hablando, charlando, intercambiando impresiones. Dejaron atrás las altas colinas, y comenzaron a subir por riscos montañosos. Cada vez hacía más frío. Orf, hijo de Ruum, habría camino y comento que no quedaban más que un par de días para llegar a Elantria.

Tras comer, comenzaron a rodear un alto risco, caminaban por un estrecho camino en el que sólo podían avanzar de uno en uno. A su izquierda un acantilado de cientos de metros, a su derecha el pico ascendía casi vertical unos 30 metros. Orf iba el primero, seguido de Vezlot, Morkainen, Pertyval y su mula Simona, Azariel, Ar Hachaiquieta, y por último, Krom. Avanzaban despacio, pegados al muro y con sumo cuidado. Cuando de repente la montaña tronó. Parecía que el cielo se les venía encima, un trozo enorme de roca, y mucha nieve, por encima de sus cabezas se les vino encima. El desprendimiento cogió sobre todo a Orf, Vezlot, Morkainen y Pertyval. Vezlot y los humanos se apartaron a tiempo, sólo recibieron cascotazos y golpes menores, pero el derrumbe se llevó por delante a Orf. En ese momento, por encima de sus cabezas, asomaron bárbaros salvajes y comenzaron a arrojarles jabalinas y piedras. Krom enfurecido por el fallecimiento de su viejo amigo comenzó a trepar rápidamente hacia lo alto del risco. Vezlot siguió por el estrecho camino, con su nueva cimitarra desenvainada, subió a un saliente en medio del camino, cargando hacia abajo venían varios bárbaros, el primero de ellos más grande, con dos hachas y en un estado de concentración para la batalla especial, se movía como en una danza sincronizada y terrible. Los aceros comenzaron a chocar. Morkainen iba a seguir al elfo oscuro, pero el clérigo le retuvo un segundo, con una pequeña oración reclamo el auxilio divino de Korth para el sargento. Este, entre extrañado e inspirado, cargó para acompañar a Vezlot. Mientras Azariel lanzó un conjuro apuntando a sus agresores de arriba, varios de ellos cayeron en el sopor mágico, uno de ellos, debido a esto, cayó por el acantilado, y Ar arriesgando su propia vida trató de cogerle, lo consiguió, pero el peso del salvaje la arrastro hacia abajo, quedo colgando de una mano, sosteniendo con la otra al bárbaro.

Krom siguió trepando impulsado por sus fuertes brazos y el recuerdo de su amigo muerto, las rocas y jabalinas rebotaban contra su dura piel y su armadura. Morkainen y Vezlot se las veían y deseaban para lidiar con Branam, puesto que así le llamaban sus compañeros, al alto bárbaro. Era rápido como un gato y contraatacaba todo lo que los compañeros fallaban. Aun así Vezlot con una rápida finta casi le atravesó, pero el bárbaro giró en el último segundo recibiendo sólo un tajo menor. Por su parte el bárbaro, por lo menos, cortó con sus hachas tres o cuatro veces al elfo oscuro, pero el Padre Pertyval se había acercado agachado y escondido al otro lado de la elevación tocó la pierna de Vezlot y rogando a Korth curó un poco sus heridas.

Ar empeñada en no desperdiciar así como así la vida de “compatriotas” suyos, intentó salvar la vida al salvaje, pero finalmente teniendo que elegir entre ella misma o él, soltó al bárbaro. Mientras, Azariel esquivaba jabalinas (una se clavo en la pierna del clérigo Pertyval), dormía o lanzaba proyectiles de magia a los bárbaros que emboscaban arriba. Finalmente Ar ya otra vez la estrecha repisa, comenzó a trepar también hacia arriba. Krom una vez arriba comenzó a repartir caos y muerte y en pocos segundos se vio rodeado de cadáveres. Los salvajes restantes huyeron ante la furia del gigante.

En el camino, finalmente, y aunque Branam recibía apoyo de dos salvajes, Vezlot y Morkainen consiguieron dejar muy mal herido al líder de los salvajes. Sus seguidores le cogieron y trataron de llevársele y salvarle (a la par que se salvaban ellos).

Mientras Pertyval volvía a curar a Vezlot soltándole una perorata acerca de las virtudes de Korth, Morkainen sacó su arco y apunto a los bárbaros en su huida. Su flecha se clavó entre los omóplatos de Branam y cayó mortalmente herido al suelo, sus seguidores no pararon y siguieron corriendo. Tras una breve discusión entre Krom y Ar, pues este quería matar a los que habían matado a su amigo, la cosa quedó en que los compañeros tenían tres prisioneros, uno de ellos Branam, al que Ar había curado en nombre del dios Orn. Con la mediación de Pertyval todo quedó en un encontronazo, y siendo noble de corazón, Krom sólo le dijo a Branam que no le perdiera de vista. Interrogaron luego al bárbaro, parece ser que la emboscada se debía al estado de guerra que se vivía en la zona. Les había confundido con miembros del Clan Hueso Roto (clan rival), o con una partida de gigantes azules (a los que Branam odiaba), en cualquier caso el grupo le dejó bien claro que no era ninguna de las dos cosas. Pertyval le preguntó sobre un castillo en la zona, y Branam palideció, les contó del viejo y maldito castillo y de cómo todos los que se acercaban desaparecían. El Clérigo insistió en que si un mal de esa magnitud estaba afincado tan cerca del clan de Krom y en las tierras que Ar consideraba su hogar, no podrían jamás descansar tranquilos. Que él pretendía investigar y acabar con el mal que habitaba, fuera éste el que fuera. Krom, Ar y Azariel aceptaron ayudarlo, y Vezlot y Morkainen aun más reticentes, también aceptaron pensando en posibles tesoros.

Así el grupo partió con los prisioneros atados, en dirección al castillo. Tras un breve refrigerio y una oración por el recuerdo de Orf, las temperaturas comenzaron a bajar tremendamente mientras el sol se ocultaba. Krom les dijo que ellos no superarían la noche si no encontraban un refugio. Encontraron uno, pero no era lo suficientemente bueno, el frío era ya extremo y los compañeros (a excepción de Krom) comenzaban a helarse. Krom, se adelanto con un cada vez más nervioso Branam. Le prometió soltarle y devolverle sus hachas, si le decía todo lo que sabía del castillo. Branam fue sincero, sabía más bien poco, y todo tamizado por la superstición de los bárbaros. Así finalmente los compañeros dejaron ir a Branam y sus dos compañeros.

Ya habían decidido que no podían pasar la noche allí, así que cómo el castillo estaba sólo a una hora decidieron pasar la noche tras sus muros, fuese como fuese.
Avanzaron y a lo lejos casi en el pico de la montaña la sombra de las enormes murallas les acechaba tétrica y pesarosa.




Tras atravesar una lengua de tierra y un pequeño puente llegaron a las puertas reforzadas. Vezlot intentó abrirlas pero no pudo, así que Ar y Krom fueron menos sutiles y comenzaron a golpearlas con sus hachas. Pronto escucharon pasos, una voz cascada les preguntó: -“¿Quién llama a la puerta de mi señor?”-, los compañeros mintieron que eran viajeros extraviados que no querían morir congelados a la intemperie en la noche. Tras unos segundos el mayordomo les abrió, su señor les daba cobijo.

Recorrieron barbacana y pasillos de la muralla exterior, hasta llegar a un enfangado patio. Tablones salvaban el camino, y en medio del patio había un enorme torreón elevado sobre una pequeña colina. Aun así pasaron junto a las cuadras, armería y cocina hasta llegar a una sala de guardia en la muralla exterior. Allí como improvisado, había un pequeño comedor. En un alto sillón medio adormilado había un viejo ajado. –“Este es Lord Acastos de Vancasell, mi señor”- dijo Fergus (pues así se había presentado el mayordomo). En ese momento bajó las escaleras un joven con aspecto de noble y gesto desdeñoso, -“Será mejor no molestar a mi padre, yo los atenderé, Fergus. Soy Barrunt de Vancasell, bienvenidos a nuestro castillo”-. Barrunt les invito a un refrigerio y comenzaron a charlar. Pertyval le preguntó porque estaban asentados en la fortaleza exterior y no en el torreón principal. –“Problemas menores”-, contestó Barrunt. Extrañamente el noble parecía muy complacido con la visita. Les contó que los bárbaros, últimamente, estaban en pie de guerra y muy “pesados”, que en el castillos sólo quedaban él y su padre, y de servicio su mayordomo y el cocinero Sam “el gordo”. Los soldados habían caído en incursiones de salvajes, pero aun así, allí seguían. Obviamente Barrunt mentía como un bellaco, lo que quedo más claro cuando mandó a Fergus que preparara las habitaciones en el torreón principal. –“¿Y aquellos problemas?”-, preguntó extrañado el clérigo. –“No son más que ratas, y sentiría agraviado mi honor si no aceptarais mi hospitalidad”-.

Tras un tira y afloja, donde los compañeros argumentaban que no querían causar molestia y que les gustaría estar cerca de la mula, que no hacía falta preparar nada, que dormirían en las cuadras, Barrunt, finalmente accedió, no sin mostrar cierto desdén.

Azariel, Morkainen y Pertyval fueron junto a Fergus a preparar los catres en las cuadras (aunque finalmente al ver vacía la armería, decidieron quedarse allí). Mientras Ar ayudaría a Sam con la cena (no se fiaban de Barrunt y Pertyval le dijo que estuviera atenta a que no intentaran envenenar comida o vino). Mientras Pertyval convenció a Fergus a hablar, diciendo que Kort perdona a los que se arrepienten y que él no debería cargar con las culpas de sus amos. Hecho un manojo de nervios y llorando, Fergus les pidió que se fueran si querían vivir, mejor enfrentarse al frío que a los espectros que habitaban en el torreón, -“Y todo es culpa del viejo Lord Acastos”- apostilló...

La cena estaba preparada e iba a ser tensa.

Bueno, hasta aquí nos dio tiempo a jugar, pronto más ;)
Un noble saludo.-

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